martes, 12 de mayo de 2009

Orientarse en la penumbra

Para alguien, como yo, y como la mayoría de los argentinos, que se acostumbró a observar la política desde lejos, a criticarla, a considerarla ajena e incompatible con mis intereses; para alguien como yo, y como la mayoría de los argentinos, que viví durante años quejándome de todos los gobiernos y de casi todas las oposiciones, que busqué una esperanza en cada rincón y que casi nunca encontré nada, que llegué al borde de la resignación y el desentendimiento más absoluto de todo lo que tenga que ver con la política; para alguien como yo, y como cualquier otro, digo: es muy complicado empezar a trabajar en política luego de aborrecer y condenar a la política.

Demás está decir que "la política" es una abstracción, el problema no es "la política", sino los políticos. Ya hablé de los políticos que conozco. Decidido a tomar alguna iniciativa empecé a buscar. En verdad, cabe aclarar, si bien es claro el desencanto y el rechazo que me produjeron los políticos argentinos durante las últimas décadas, nunca dejé de leer, de informarme, de buscar distintas fuentes, de analizar críticamente lo que leía. De ese cúmulo de información procesada y acumulada, emergía como una rareza a desentrañar la figura de Martín Sabbatella, intendente de Morón.

De él había leído y oído diversos comentarios, ninguno de ellos negativos, a los que podemos considerar como mis preconceptos sobre él y el partido con el que gobierna el Municipio de Morón desde 1999:
  • "es un hombre joven (39 años) con buenas intenciones"
  • "se convirtió en intendente de Morón como consecuencia de la destitución de Rousselot"
  • "desde que asumió como intendente fue reelecto en dos oportunidades"
  • "basa su popularidad en la transparencia de sus actos y en la participación de los vecinos en la decisiones"
Coincidiendo con mi intención de tomar alguna iniciativa política, supe en esos días que Sabbatella dejaba la intendencia, se postulaba a diputado nacional y estaba llevando la estructura de su pequeño partido político, "Encuentro por la Democracia y la Equidad" (EDE), a todos los distritos de la provincia de Buenos Aires.

Así descubrí que había algo o alguien que impulsaba las ideas de Sabbatella en la zona donde vivo, el Partido de San Isidro en la Zona Norte del Gran Buenos Aires. Me puse en contacto vía Facebook. Con todos los reparos que tales contactos pueden deparar al pasar de la vida virtual a la real, fui al encuentro de un vecino, a una cuadra de casa, que decía ser una de las personas que estaba organizando el tema.

El vecino resultó ser Pablo Charras, un ex militante radical que, harto de tragar sapos y de las eternas internas, abandonó su carrera política en 2001. ¿Se acuerdan de 2001? ¿Quién no tiraba la toalla en esa época?

En la charla con Pablo descubrí que él no tenía muchísima información más que yo y que estaba todo por hacer, que en verdad el espacio estaba vacío y en construcción, que los dirigentes del EDE en San Isidro eran cinco o seis y que ninguno tenía en su haber una trayectoria política muy extensa. ¡Perfecto! No me interesaba descubrir un espacio lleno de los políticos que conozco, buscaba uno con tipos con ideas distintas a las que se ponen en práctica permanentemente, ideas que hoy casi parecen revolucionarias:
  • Ser coherentes entre lo que se dice y lo que se hace, no incurrir en falsas promesas electorales, por ejemplo.
  • Ser transparentes, no tener nada que ocultar, no quedarse con ningún vuelto y no considerar la política como un negocio.
  • Debatir ideas en busca de consensos, buscar la mejor solución a un problema y no la que a uno más le convenga.
  • Construir pensando en el mediano y largo plazo, buscar la estabilidad, la confiabilidad, evitar los golpes de timón ideológicos o estratégicos.
  • Y fundamentalmente trabajar por un país de verdad más justo, más equitativo.
Muchos de los políticos que conozco comparten y hasta promueven en sus discursos varios de estos puntos. Pero casi ninguno los ejerce en la realidad, empezando por el primero, el de la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.
  • Muchos políticos hablan de transparencia, pero muy pocos resisten un análisis serio de sus contabilidades personales.
  • Muchos políticos dicen que quieren debatir, cuando en verdad quieren imponer su idea por la fuerza.
  • Muchos dirigentes anuncian obras fastuosas, nos hablan del bicentenario, de proyectos a largo plazo; pero cambian permanentemente de carril, un día son privatistas, al otro son estatistas, un día corren por izquierda y al otro aparecen por derecha.
  • Muchos dirigentes, cuando están en el poder, cada vez que se les presenta la ocasión, hacen excepciones a las reglas, cambian los códigos de urbanización en votaciones por la madrugada, encargan negocios multimillonarios por adjudicación directa.
  • Y todos los políticos, o casi todos, dicen que trabajan por un país más justo y equitativo; pero el país sigue cayéndose a pedazos y nada cambia.
Volviendo a aquellas primeras reuniones en las que conocí a la gente que estaba organizando el EDE en San Isidro, sentí que teníamos mucho en común. Ganas de trabajar, de hacer las cosas bien, de cambiar, de aportar ideas. De a poco sentí que salía de la penumbra. El país seguía siendo un desastre, pero al menos sentía que ya no estaba solo y había un lugar desde donde empezar a trabajar. Manos a la obra.

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