sábado, 23 de mayo de 2009

Orgullos en contraste

Hace unos días, el periodista y escritor Martín Caparrós publicó una breve nota, en el Diario Crítica de la Argentina, en la que invitaba a los lectores electrónicos a escribir cuáles eran a su juicio los motivos que tenían, como argentinos, para enorgullecerse de su país.

Mi primer impulso fue intentar escribir algo, pero no me salió nada que valiera la pena. Obvio que ésa era una de las intenciones de Caparrós, provocar el razonamiento acerca de nuestra propia mediocridad, de nuestro conformismo, de nuestra identificación con una idea cada vez más flaca y quebradiza como lo es la de ser argentinos.

El tema de los motivos de orgullo quedó en algún rincón de mi cabeza y a la semana empecé a alumbrar una hipótesis sobre el tema. (Esto es algo que no sé si a alguien más le pasa, pero a mí sí: dejo en mi cabeza ideas perdidas, retazos de preguntas sin respuestas y las abandono, me olvido por completo del asunto; a los pocos días las ideas vuelven a aparecer de la nada, pero acompañadas de una nueva propuesta, una posible respuesta, una teoría que ofrezca un camino de salida).

Le di varias vueltas y me decidí a ponerla acá en palabras, para ver si esto sirve para algo y tiene algún sentido o sólo es el desvariar de una cabeza atribulada y confusa. El punto es pensar a los argentinos, o al menos yo como argentino, porque a esta altura es imposible generalizar, mucho más si mezclamos en la misma bolsa a porteños, bonaerenses con gente de todos los rincones del país. Por lo que, de acá en adelante, hablaré por mí.

La Argentina tiene en su geografía, su historia y su cultura muchísimos motivos de orgullo, pero al lado de cada uno de estos motivos, casi como anulándolo o neutralizándolo, hay un motivo de vergüenza. Es como si los argentinos viviéramos tensionados por fuerzas opuestas que luchan más por ver quién gana que por construir un país, un presente, un futuro.
  • Nuestra geografía, nuestros paisajes, la pampa, la cordillera, los lagos, el Norte, el litoral, la estúpida frase "tenemos todos los climas", todo esto es motivo de orgullo y de atracción turística incluso. Pero no hacemos nada por impedir la tala de árboles, el riego permanente de nuestros campos con herbicidas y agroquímicos, la privatización en manos extranjeras de miles de nuestras mejores hectáreas, la contaminación de ríos como el Riachuelo. Tenemos una tierra adorable, pero no la cuidamos.
  • Nuestros recursos naturales, fuente del histórico reconocimiento de nuestro país como "el granero del mundo" son un motivo de orgullo. Tenemos campos fértiles para alimentar a 300 millones de personas, tenemos petróleo, gas, muchísima agua potable y minerales de todo tipo. Lejos de generar consenso, este ítem es claramente uno de los que provoca mayor conflictividad. Nunca en la historia se pudo plasmar una política coherente en la que todos los que participan y deben participar del sector puedan sentarse a debatir. Todo lo relacionado al petróleo y al gas se privatizó y regaló en los '90 y hoy escasea. Encima, tenemos en la Patagonia muchísimo viento, una fuerza limpia y barata para generar energía, que se deja correr para no afectar intereses de estos poderosos sectores. Lo de la minería es un escándalo imperdonable: empresas extranjeras se llevan lo que quieren a precio vil y dejan a cambio unos pocos dólares y muchísima agua contaminada, para peor en lugares en los que el agua escasea.
  • Nuestra riqueza cultural podría ser un motivo de orgullo, el famoso "crisol de razas" en el que nos integramos como país durante el siglo XX fue en un momento una fuerza muy poderosa que nos llevó a convertirnos en un país industrial con un potencial de crecimiento interesante. Lamentablemente la Argentina hace rato que expulsa habitantes mucho más de lo que los atrae; la vastedad del territorio y la amplitud de matices y oportunidades que se podrían estar generando en cada rincón son una fantasía de un país que elige el camino inverso: todo confluye hacia la Capital, sin ferrocarriles, con transportes caros y rutas privatizadas, la economía se calienta a medida que uno se acerca a la Avenida General Paz. El federalismo nunca fue un proyecto político serio y todos los gobiernos eligen concentrar poder antes que repartirlo. Las grandes ciudades se han convertido en anzuelo para los indigentes de todo el país que muchas veces no encuentran en sus pueblos más oportunidades que migrar a un suburbio miserable.
En todos los temas advierto el mismo juego de contrastes, siempre que surge algo que nos beneficia, un tema por el que golpearnos el pecho, un dato por el que incluso podríamos agradecer al destino, en cualquiera de los casos surge inevitablemente una fuerza opuesta que impide, que bloquea, que neutraliza, que anula.

Si entramos a hacer nombres propios enseguida comprobaremos que hay muchos motivos de orgullo en nuestra historia pero al lado de cada uno habrá una sombra.
  • Diego Maradona es seguramente el argentino más famoso y es un ejemplo claro de toda esta idea, en sí mismo encierra todo lo bueno y lo malo, la genialidad y la rebeldía pero también la estupidez y la autodestrucción.
  • Evita y el Che son mitos que crecieron mucho tal vez porque murieron muy jóvenes. Sus ideas quedaron pero sus intérpretes son tantos y tan diferentes que cuesta sacar algo en limpio que nos enorgullezca de forma incuestionable.
  • Las Madres de Plaza de Mayo son un motivo de orgullo, aunque tal vez son tristes las divisiones que las separaron y su innecesario apoyo incondicional al gobierno de los Kirchner.
  • El cacerolazo y el levantamiento de diciembre pudo haber sido un motivo de orgullo en su momento. De hecho, en más de una oportunidad recibí comentarios de admiración de brasileños, chilenos, colombianos, diciendo que en sus países jamás se podría haber generado un movimiento así. Lamentablemente la fuerza con que se generó todo aquéllo se diluyó rápidamente en cuanto nos acomodaron las cuentas y nos devolvieron parte de lo que nos habían robado. Los motivos que sacaron a todos de sus casas se dejaron de lado, se postergaron, se olvidaron...
  • Adolfo Pérez Esquivel sí es un motivo de orgullo, su coraje y su coherencia son un ejemplo para todos. Tal vez, la excepción que confirma la regla.
Muchos artistas, escritores, deportistas y muchas personas desconocidas son motivo de orgullo, todos tenemos nuestros preferidos, pero esto no es algo que alcance para distinguirnos, para que podamos sentirnos orgullosos, me parece. En todos lados hay gente talentosa, en todos los países hay buenos escritores, cineastas, músicos, futbolistas o jugadores de tenis. Sin duda nos gusta saber que son argentinos, en especial aquéllos que ganan, porque somos triunfalistas irremediables. Y al primer tropiezo empezamos con la crítica y volvemos al ciclo de la autodestrucción.

¿Qué nos impide unirnos? ¿Qué nos convierte en fuerzas autodestructivas que se rechazan? Somos como esos imanes que, puestos de determinada manera, se repelen y no hay manera de unirlos, por más que los hagamos tocarse. El secreto, se sabe, es cambiar la posición de los imanes y permitir que sus fuerzas se complementen y se atraigan.

Evidentemente hay que cambiar de posición para poder unirnos y salir adelante. Si lo logramos, tal vez tengamos algún motivo, aunque sea pequeño, de orgullo.

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