viernes, 25 de septiembre de 2009

Otro Nunca Más

En las últimas semanas la sociedad parece dividida por el debate de la ley de Servicios Audiovisuales que se trata en el parlamento. Pero, ¿existe tal el debate o se trata más bien de una lucha entre unas pocas empresas muy poderosas y un Estado que pretende controlarlas y limitarlas?

Voy a que se intenta disfrazar como un intercambio de opiniones y observaciones profundas acerca de cómo debería ser este proyecto de ley, lo que en verdad es la defensa a cualquier costo de un negocio y de un espacio de poder que influyó de manera decisiva en la política argentina del último siglo.

Aclaremos desde ya que es un proyecto de ley que puede ser mejorable, pero no por eso se puede ocultar la importancia, primero, de dejar de lado una ley de la dictadura; y segundo: regular con criterios del siglo XXI una actividad que es vital para la circulación de la información, un capital casi tan importante como la educación o la salud.

En Argentina estamos acostumbrados a tener pocas voces y muchas veces se habla de debate cuando dos no se ponen de acuerdo. A partir de la sanción de esta ley probablemente se inicie un proceso de transformación y democratización de los medios de comunicación argentinos, con la incorporación de voces y emisores diferentes, con la federalización de contenidos, con un estímulo a la producción local en las distintas regiones del país.

Más allá de esto cambios estimulantes, es importante reparar en una novedad que nos deja el tratamiento parlamentario del proyecto: le guste y le disguste a quien sea, esta ley es un producto legítimo y ejemplar de para qué sirve la democracia. Una parte de la oposición habla de "imposición", de "apuro" en la consideración del proyecto; cuestionan que en el pasado este gobierno fue aliado de los multimedios como Clarín y recuerdan que el propio Kirchner prorrogó las licencias de los actuales canales y autorizó la fusión entre Cablevisión y Multicanal.

Esa parte de la oposición, que no casualmente corresponde a la que en otros temas también se muestra más conservadora, sólo habla de tiempos: reclama más meses para debatir, pide aguardar la nueva conformación del parlamento después del 10 de diciembre, se quejan de por qué antes no y ahora sí. En pocos casos hablan del corazón de la ley, y cuando se descubren los proyectos que defienden en algunos casos no son tan diferentes del que se está por aprobar.

Para ir a un ejemplo, la Autoridad de Aplicación que tanto se cuestiona porque dependerá del Poder Ejecutivo podría ser un ente totalmente autónomo controlado por profesionales de carrera elegidos por concurso y pienso que eso sería interesante. Pero no veo como un impedimento esencial el hecho de que el Poder Ejecutivo tenga una mayoría.

Estamos de acuerdo que la idea es opinable y a mi criterio lo que está en el proyecto no es ideal, pero ¿cómo se llega a un ideal? ¿Cómo se define "qué" es ideal? En una democracia no hay otra que las mayorías y los consensos, y acá es donde creo que la sanción de esta ley puede ser un hito fundacional de la democracia.

Hubo otra parte de la oposición, no la que se retiró del recinto en diputados para sobreactuar frente a las cámaras del multimedios al que se estaba regulando, sino la que ya tenía posiciones anteriores respecto de este proyecto, la que no necesitó pedir más meses de análisis porque venía participando de foros y audiencias públicas y porque había suscrito el documento de los 21 puntos que fue la base de este proyecto. Y fue este mismo sector de la oposición, en el que se reúnen distintos partidos de la centroizquierda, el que con su aporte democrático y coherente, contribuyó a mejorar el proyecto original e introducirle nada menos que 160 reformas, entre ellas la exclusión de las empresas telefónicas de este negocio.

Son partidos pequeños pero que mantienen algo vital de lo que pocos espacios políticos pueden vanagloriarse en estos días: coherencia. Al otro día de la media sanción en Diputados, los multimedios empezaron a hacer correr la versión infame de que había habido sobornos para comprar los votos de este espacio y para que los socialistas "se dieran vuelta a último momento", como se intentó relatarlo. Acá nadie se dio vuelta, al contrario, son espacios políticos que pueden mirar de frente a sus militantes y electores porque no tienen cuentas pendientes y porque son los representantes de algo tan simple como el sentido común. Si están a favor de algo, lo apoyan y si están en contra, se oponen, no importa quién lo proponga.

En la Argentina se está a favor o en contra de personas, los liderazgos individuales superan cualquier idea y justifican cualquier acción. Como un ejemplo reciente, valga la delirante idea de las candidaturas testimoniales, poniendo al frente de las listas a los nombres que eran, supuestamente, más votables. Esa Argentina debe quedar en el pasado.

Nadie puede saber qué quedará en la historia de estos días, pero mi sensación es que acá estamos viviendo momentos importantes equiparables, por ejemplo a lo que significó el Juicio a las Juntas militares en los años 85-87. En aquella época quedó definitivamente claro que lo que habían hecho Videla y compañía estaba mal, estaba muy mal. Hubo críticas, hubo puntos finales y hasta retrocesos con los indultos, pero socialmente no quedó ninguna duda de que eso que habíamos vivido, no lo viviríamos Nunca Más.

Hay un tema que nunca se aclaró en la Argentina y que está detrás de estos debates: aquellos militares condenados no actuaban solos, como una banda de mesiánicos sedientos de poder y riquezas: eran la fuerza de choque de una elite que colaboró y aprobó todo lo que sucedió en la dictadura. Hoy los multimedios que dicen que van a "desaparecer" (justo esa palabra) o que se alarman porque se les va a coartar su libertad de expresión, son los mismos que publicaban muchas noticias durante la dictadura y ninguna sobre las violaciones a los derechos humanos. Acá no se está coartando la libertad de expresión, se está permitiendo el surgimiento de más expresiones.

Ahora el debate recrudece y se mezcla todo como si la sequía del campo, la cantidad de pobres e indigentes, los números del INDEC, el aumento del patrimonio de los Kirchner y el tratamiento de la ley de medios fuera todo lo mismo. No es lo mismo. Y acá, como en los 80 con los juicios, también es hora de que a ciertos multimedios dictadores de los que tenemos que decir o hacer se les diga también Nunca Más.