martes, 12 de mayo de 2009

En campaña

Si empezar a meterse en política es algo complicado para alguien como yo, ajeno a estos tejes y manejes en lo que va de mi vida adulta, mucho más lo es si el momento elegido -o el que tocó- es en plena campaña electoral, para peor precipitada por el adelantamiento de la fecha.

Yo quería ponerme a discutir de política, a ver qué pensaban mis "compañeros", a descubrir si me estaba metiendo en alguna trampa -imposible no desconfiar-. Y cuando me quise dar cuenta, estaba un sábado a la mañana repartiendo volantes en una esquina de San Isidro. La gente que se detenía, esperaba que le hablara de algo de lo que yo todavía no estaba convencido. Y el observar a 8 personas de diversos orígenes y edades con sus manos cargadas de... volantes... me hacía pensar: "¿Cómo carajo haremos para cambiar algo?"

Sin perder la convicción me encaminé dos días más tarde a Vicente López. Esa mañana, "mi candidato", "mi líder", en fin, Martín Sabbatella, haría una caminata de esas en las que los políticos se hacen ver, le dan la mano al que se acerca, sonríen, algunos si pueden alzan un chico y lo besan. Afortunadamente hay algunos registros gráficos que me ayudarán a contar esta jornada histórica.

El grupo de apoyo al candidato era más bien pintoresco: muchos jóvenes (al menos para mí, gente de entre 30 y 50), casi todos vestidos con jeans y ropa casual. Para los que no me conocen yo soy el de camisa verde que reparte videos, al que Sabbatella le palmea el hombro.

Cuando por fin estreché la mano de Sabbatella comprobé algo que me interesó: es casi tan petiso como yo.

Nótese mi cara, el esfuerzo que me implicaba ponerme a hablar con un político.

El candidato Sabbatella recorrió un ratito la zona, más poblada de jubiladas que de votantes (recuérdese que los jubilados votan optativamente), por lo que me pareció un acto más dirigido a los propios militantes que lo rodeaban que al electorado en sí.

Más allá de mi análisis de principiante, observé un detalle que me interesó y muchas veces es más fácil conocer a las personas por estos detalles que por definiciones ideológicas más pretenciosas.

Resulta que en medio de este grupo variado de militantes de pronto apareció un hombre trajeado que claramente se distinguía del resto, pinta de abogado, canoso, muy elegante. ¿Quién era? Un hombre que decía liderar un grupo importante de vecinos de San Isidro, movilizados por el tema "Inseguridad". ¿Qué se proponía el hombre del traje? Concretamente ser candidato. Lo había planteado sin tapujos en una reunión previa y volvía a la carga para decírselo en la cara a Sabbatella. No importaba tanto qué pensaba acerca de distintas temáticas, lo que él quería era ser candidato a concejal.

Su propuesta no fue tenida en cuenta y el hombre del traje elegante se escabulló rápidamente por las pobladas calles de Vicente López. Pero a mí me quedaba la idea de que en este partido político la gente no se rejuntaba por conveniencias, sino por una voluntad de construir una propuesta coherente.

Mi primer encuentro con Sabbatella terminaba con alguna frialdad. Como esas parejas que empiezan a salir y dicen "Nos estamos conociendo", aún no podía afirmar que había descubierto lo que buscaba; pero hasta este punto, no había chocado con un sólo aspecto en el que estuviera en desacuerdo. Para empezar no estaba mal.


No hay comentarios:

Publicar un comentario