miércoles, 5 de mayo de 2010

Dar la cara

Ayer hice algo inédito: fui a presenciar una sesión del Concejo Deliberante de San Isidro. Esto es algo que cualquier hijo de vecino puede hacer, ir a ver en la cara cómo trabajan, cómo opinan o cómo se callan la boca aquellos a los que uno vota para que después lo representen. Pero claro que casi ningún hijo de vecino hace esto.

Y no digo que porque yo me haya atrevido a trasponer esa franja que nos separa a los representados de los representantes, yo sea mejor o peor que el resto. Hablo del hecho de que votantes y votados estamos claramente separados, estamos en espacios diferentes, hablamos idiomas distintos, tenemos intereses diversos y muchas veces también opuestos.

Foto de la sesión del 5 de mayo de 2010 publicada en medio zonal. Al fondo a la derecha estoy yo.

En mi opinión la democracia representativa, la delegación de poder en otro a través del voto, nace de la idea tácita de la confianza que implica tal gesto. Y esa confianza no puede menos que nacer del conocimiento, de la cercanía, de la certeza de que esta persona en quien yo delego está capacitada para hacerse cargo de esta responsabilidad.

Nadie, por ejemplo, le encargaría que cuide a sus hijos a un desconocido; seguramente va a querer entrevistarlo previamente, disponer de otras referencias, palpar cómo es esa persona. En cambio con el voto a veces nos conformamos con una campaña ganchera, con un buen eslogan y una iluminación cuidada en los spots publicitarios. Y otras veces ni eso: votamos directamente a desconocidos, en particular cuando elegimos concejales.

Así fue que, por ser parte de la práctica política habitual de esta sociedad, me encontré con una serie de ilustres desconocidos, muchos de los cuales no tienen ninguna intención de que se sepa quiénes son y a qué se dedican. Y no estoy hablando de "ser famoso", que eso hoy en día queda más para los rincones del escándalo o la proeza, únicas condiciones requeridas para acceder al salón de la fama. Hablo simplemente de que alguien conozca la cara, el nombre y si es posible alguna idea de al menos un concejal.

Lo que pude ver ayer fue más de lo mismo: un sistema político vaciado de contenido, con dirigentes (en este caso legisladores) más preocupados por la puesta en escena que por el fondo de las cuestiones, más atentos a la chicana y la provocación que al debate real y el intercambio de ideas.

Por empezar comprobé algo que me habían advertido: en el Concejo Deliberante de San Isidro, tan Honorable como tantos otros, no se ponen a consideración proyectos incómodos para el oficialismo, no se debaten temas sobre los que no se va a aprobar una ordenanza o algún tipo de pronunciamiento.

En San Isidro, el Poder Legislativo, que debería controlar y complementar al Ejecutivo, no discute nada, es apenas una pieza más de un engranaje aceitado que empieza en la cabeza del intendente Gustavo Posse, pasa por el bloque de concejales oficialistas más algunos bloques “no opositores” (a lo Cobos, ¿no?) y termina en una multitud de empleados municipales que son parte del aparato político que gobierna San Isidro desde que volvió la democracia en el 83. Primero desde el radicalismo, después como movimiento vecinalista (cuando ser de la UCR era mala palabra), luego como kirchneristas (cuando Gustavo Posse soñaba con ser el vice de Cristina) y ahora de nuevo radicales (cuando los K no les dieron el protagonismo que esperaban y cuando Cobos se volvió popular en una trasnoche no positiva).

Entonces una sesión ordinaria del Concejo Deliberante se vuelve un mero trámite burocrático en el que la presidenta del cuerpo pone a consideración una variedad de proyectos previamente acordados y que los legisladores apenas se molestan en votar a mano alzada. Se entiende que el cuerpo deba aprobar a veces cuestiones menores, de índole administrativa o protocolar, al estilo “Se felicita a la escuela número 78 por sus 25 años de vida”. Pero sorprende que tales expresiones no se complementen con otras más de fondo.

Y en los escasos puntos en los que asoma alguna falta de consenso, lo que aparecen son floridos discursos en los que la picardía y la chicana se destacan por sobre la argumentación de fondo y lo que queda es un gran esfuerzo por cumplir con las formas, con la apariencia de la política, pero también con un gran vacío de contenido.

Veamos algunos temas sobre los que se pidió la palabra en la sesión de ayer:
  • Se rescató la honorabilidad y el buen nombre del Vicepresidente Primero del Concejo, Alfredo Laguzzi, quien había sido señalado por distintos medios de comunicación zonales como relacionado con un potencial negociado inmobiliario en el incendiado Teatro Bristol, de Martínez. Las notas que se habían publicado carecían de información y abundaban en imprecisiones, lo cual ayudó a simplificar la tarea del desagravio a Laguzzi y a no tener que abundar en temas incómodos como que Laguzzi es copropietario de una empresa constructora que ha hecho varias torres en San Isidro, como las que tal vez algún día se edifiquen en el terreno del Teatro Bristol.
  • Se discutió acerca de una carta de protesta del dueño de un bar porque se había hecho una reunión política en las instalaciones de su comercio sin su permiso. En este caso, en lugar de debatir abiertamente que en San Isidro no hay lugares donde organizar reuniones políticas y que los clubes y organizaciones intermedias son presionados por el oficialismo para impedir que se concrete cualquier reunión de algún grupo opositor, se terminó discutiendo sobre lo formal: si está bien o mal reunirse en la vereda, si hay que ofrecerle explicaciones al dueño del bar o si es mejor no hacer nada. Ante la poca consistencia del planteo opositor y el nulo interés del oficialismo por debatir este tema, la carta pasó rápidamente a comisión, donde posiblemente dormirá eternamente.
  • Casualmente, sin que se lo relacione desde ningún bloque con el tema anterior, el HCD de San Isidro emitió una declaración en contra de la censura y a favor de la libertad de expresión. Esto se hizo en el contexto de la guerra mediática que sostienen el gobierno con los grupos monopólicos encabezados por Clarín acerca de la Ley de Medios Audiovisuales sancionada en 2009 y aún no puesta en vigencia. La declaración no acusa a nadie de estar censurando, es absolutamente formal y no tiene ningún efecto político más que el de alinearse con los grupos monopólicos que acusan al gobierno de querer controlar los medios.
El mismo día de la sesión recibí un comunicado de CICOP - Asociación Sindical de Profesionales de la Salud de la Provincia de Buenos Aires, en el que se denuncia (y no es la primera vez que lo hacen) que en San Isidro “las autoridades de Salud Pública y del Hospital son las responsables del deterioro institucional”. A pesar de contar con una gran cantidad de información y fundamentos preocupantes acerca del estado de los hospitales y de cómo se trata a profesionales y pacientes, tal denuncia no tiene eco en el Honorable Concejo Deliberante de San Isidro en el que dos veces al mes y durante un par de horas, nuestros legisladores se reúnen a levantar la mano y debatir los temas que son de verdadera importancia para la comunidad.