miércoles, 1 de julio de 2009

Elecciones

En primer lugar es importante destacar la limpieza y la transparencia de las elecciones. Luego de una de las votaciones más irregulares desde que se recuperó la democracia –aquélla en la que se eligió a CFK como Presidenta– los reclamos y las advertencias de la oposición hicieron que esta vez las trampas fueran más complicadas de implementar. Mucha gente llevó boletas, algunos pícaros intentaron cambiar o destruir las que había en los cuartos oscuros, pero el permanente control de los fiscales de los distintos partidos hizo que se solucionara rápidamente cualquier situación.

En general en las escuelas hubo orden, se terminó a horario sin demasiadas quejas. Queda sí lamentar el desinterés de la gente por ir a sufragar, con el porcentaje de votantes más bajo desde que volvió la democracia, porcentaje seguramente agravado por la epidemia de gripe que hizo que muchos prefirieran quedarse en sus casas.
La gripe, por cierto, fue una de las protagonistas de la jornada, con rostros tapados con barbijos, manos con guantes de látex y alcohol en gel a disposición en cada mesa. Los que tuvimos que fiscalizar en Buenos Aires – en mi caso San Isidro– pasamos una larga y fría jornada, que empezó antes del amanecer y terminó también de noche, para colmo con lluvia. La decisión de adelantar las elecciones chocó también en este punto con el sentido común que indica que no se puede movilizar a todo un país el día del año que más frío hace. Pero el sentido común es un sentido muy poco común, últimamente.

Hemos elegido, nos hemos expresado como sociedad y en este punto también cada uno saca sus conclusiones. ¿Cómo leer una urna llena de sobres? Al día siguiente de la derrota –y horas después de que su marido renunciara a la Presidencia del PJ– Cristina Kirchner encontró la manera aparentemente científica y estadística de demostrar que el gobierno había ganado las elecciones.

Desde mi punto de vista la sociedad se expresó contra una manera de hacer política basada en el uso de la fuerza, la amenaza y la imposición de hechos consumados. Desde lo que yo pude interpretar, los votos piden debate y no órdenes, reclaman intercambio de ideas y consenso, exigen que los políticos gobernantes y opositores se sienten a trabajar en pos de un país más justo, más solidario, más previsible y más normal.

Pero se sabe que a estos políticos no les interesa mucho dialogar con la sociedad, mucho menos oír lo que la sociedad tiene que decirles a ellos. Y al día siguiente del comicio, algunos de los que ganaron empezaron a candidatearse para la Presidencia 2011; y los que perdieron se preocuparon más por no desaparecer del mapa político y aferrarse a sus privilegios que por entender un mensaje y ver qué pueden cambiar.

Da la sensación de que la mayoría de los políticos está más preocupado por mandar que por ver con quién se juntan para hacerlo; parece que están más interesados en gobernar que en resolver los problemas; y que están más decididos a dar rienda suelta a sus ambiciones que a ofrecerse generosamente a construir un proyecto.

La experiencia de la que formo parte –el partido Nuevo Encuentro– sigue siendo una alternativa, por suerte no la única a la vista. Además de la elección como diputados de Martín Sabbatella y Graciela Iturraspe, fue una gran noticia la elección de Pino Solanas en la Capital Federal. Un dato: entre Proyecto Sur y Nuevo Encuentro se juntó casi un millón de votos sólo en la ciudad y la provincia de Buenos Aires.

En ambas fuerzas y en otros partidos también hay gente muy valiosa, políticos que trabajan seriamente y no ponen delante de cualquier debate sus ambiciones personales ni su voluntad de llegar al poder. Martín Sabbatella, Pino Solanas, los dirigentes de la CTA, Hermes Binner y otros socialistas, Luis Juez, economistas como Claudio Lozano y José Sbattella, educadores como Alicia Argumedo, defensores de los derechos humanos como Adolfo Pérez Esquivel, luchadores sociales como Jorge Ceballos. Seguramente la lista puede duplicarse sin temor a disminuir la calidad ni el prestigio de la misma. Gente seria, gente coherente que no anda cambiando de discurso según le convenga, gente que se puede poner de acuerdo en un montón de temas. Claramente, a mi juicio, es toda gente que debería estar más junta, que separada.

No sé si esto es posible, muchos de ellos ya trabajan juntos o lo han hecho en el pasado, aunque la lista grande de dirigentes progresistas que hoy podrían constituir un partido fuerte y transformarse en una verdadera alternativa es una incógnita. Estamos hablando de transformar la realidad y para eso no alcanza con declaraciones altisonantes ni con ambigüedades.

Es hora de que muchos y muchas empecemos a elegir desde hoy –no esperar al 2011, por favor, cuando sea demasiado tarde– qué país queremos y qué dirigentes queremos que nos representen. Y es hora también de que nuestros dirigentes elijan qué proyecto van a construir, si el de una fuerza progresista y verdaderamente democrática que renueve la política y ofrezca esa nueva alternativa o el de conformarse con la denuncia y la oposición a lo que seguramente seguirán haciendo los que todavía nos gobiernan.

La derecha ya está agazapada frotándose las manos, con nostalgia de la fiesta que vivió en los años ’90. ¿Qué vamos a hacer nosotros?

No hay comentarios:

Publicar un comentario